Capital natural

El stock de activos naturales del océano, con sus componentes y servicios bióticos y abióticos, se conoce como capital natural. Este capital natural basado en el océano proporciona los servicios ecosistémicos que constituyen la base de las actividades de la economía azul y el desarrollo socioeconómico relacionado. Los flujos de bienes y servicios proporcionados por los servicios de los ecosistemas marinos y costeros pueden dividirse en tres categorías de acuerdo con la Clasificación Internacional Común de Servicios de los Ecosistemas (CICES):  servicios de aprovisionamiento (como alimentos, agua y energía), servicios de regulación (como la regulación del clima y el tiempo)  y servicios culturales (como beneficios recreativos).

Sin embargo, el capital natural del océano y sus servicios relacionados son frágiles a las presiones (acumulativas) de las actividades humanas. Con la creciente preocupación por los impactos del cambio climático y las actividades humanas en los hábitats marinos y la biodiversidad, la economía azul ha ganado cada vez más atención, particularmente en relación con los servicios de aprovisionamiento y regulación de los océanos.  

El concepto de preservación del capital natural incluye vincular los componentes de los ecosistemas a actividades y presiones antropogénicas: "proteger la base de recursos de la que dependen las actividades económicas y sociales relacionadas con el mar". Junto a su potencial de desarrollo económico e implicaciones socioeconómicas significativas, una economía azul sostenible desempeña un papel central en el alivio de las presiones sobre los recursos de tierras y fomentar la mitigación del cambio climático y adaptación. 

En este contexto, es muy importante la sensibilización sobre los posibles beneficios económicos y no económicos de actividades sostenibles de economía azul, defendiendo así un Marco Internacional de Sostenibilidad de la Economía Azul (BESF). 

El primer paso hacia una economía azul sostenible es la definición de indicadores que evalúen el estado de conservación del medio ambiente y ecosistemas marinos. Así como, aquellos indicadores que midan el riesgo ambiental que pueda afectar de forma directa o indirecta a las actividades englobadas en la Economía Azul. El segundo paso, es velar por la conservación del medio marino y litoral a través de actuaciones concretas que posibiliten una economía azul sostenible.

 

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