EL CONSEJO DE GOBIERNO DECLARA CONJUNTO HISTÓRICO EL CASCO ANTIGUO DE ROTA
El Consejo de Gobierno ha declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, la parte del casco antiguo de Rota que mejor conserva los valores artísticos y arquitectónicos representativos de esta ciudad gaditana. La declaración incluye toda la zona incluida en el recinto de la antigua muralla medieval y algunas áreas próximas. Con una superficie de 16 hectáreas, el nuevo conjunto coincide básicamente con la configuración urbana existente a comienzos de siglo XX, si bien quedan fuera enclaves en los que se ha sustituido la arquitectura tradicional por nuevas formas constructivas.
Las calles de la ciudad se generan concéntricamente a partir del espacio central y símbolo del poder donde se hallan los dos principales monumentos: el Castillo de Luna y la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la O, construcción ésta del siglo XVI que combina los estilos gótico, isabelino, plateresco y barroco. El conjunto, de gran sencillez y valor paisajístico, se completa con edificaciones singulares como los restos de las murallas, la Torre de la Almadraba, las baterías de Salazar y de la Vera Cruz y los baluartes de la Concepción, la O y la Culebrina.
La trama urbana de Rota es claramente de época medieval cristiana, aunque con reminiscencias árabes. La ciudad surge en el siglo XII a partir de un fuerte costero denominado Ribat, de cuya cerca amurallada aún se conservan algunos restos que constituyen defensas frente al mar. Conquistada definitivamente por Alfonso X, la villa fue donada por Sancho IV a los Pérez de Guzmán, primeros señores de Rota, que edificaron en el siglo XIII el Castillo de Luna, posiblemente en el mismo solar donde estuvo el Ribat.
Dentro del recinto amurallado vivía la nobleza y la burguesía, mientras que en los arrabales se asentaba una población de agricultores y pescadores. No obstante, el actual caserío tiene su origen en el siglo XVIII, cuando la ciudad fue reconstruida tras los daños ocasionados por el asalto anglo-holandés de 1702, que se saldó con la destrucción de todas las casas y de parte de los principales edificios. En esa época, nobles y burgueses comenzaron a ubicar sus casas señoriales en la Puerta de la Villa y el arrabal surgido en su entorno.