LA JUNTA AMPLÍA EL CONJUNTO HISTÓRICO DE ARCOS DE LA FRONTERA Y PROTEGE EL PAISAJE CIRCUNDANTE
El Consejo de Gobierno ha acordado ampliar la superficie del Conjunto Histórico de Arcos de la Frontera (Cádiz), que pasa a abarcar no sólo el núcleo antiguamente amurallado sino también las expansiones previas al crecimiento de finales del siglo XX. Asimismo, la Junta ha establecido una protección de 548 hectáreas alrededor del conjunto, con el fin de proteger el paisaje que lo rodea, especialmente en el barranco y el valle.
El Conjunto Histórico de Arcos de la Frontera, declarado monumento histórico-artístico en 1962, se perfila a lo largo de una montaña que emerge de la vega del Guadalete, con una superficie total de 93 hectáreas. Su casco antiguo se caracteriza por las calles estrechas y empinadas, un caserío popular de impresionante blancura y la presencia de interesantes iglesias y casas solariegas.
Arcos de la Frontera ha constituido a lo largo de toda su historia un lugar de gran valor estratégico. El origen de su nombre Arx-Arcis (fortaleza en altura) se debe a la fundación romana, aunque fue durante época musulmana cuando se produjo el despegue de esta población, que llegó incluso a convertirse en un pequeño reino de taifa bajo el dominio del bereber Ben Jazrum. De este periodo es tanto el recinto amurallado como la compleja trama de manzanas que aún hoy se conserva.
La conquista cristiana en 1264 y el posterior dominio de los Ponce de León entre los siglos XV y XVIII se traduce en la construcción de relevantes edificios. Entre ellos destacan los hospicios de los Franciscanos Descalzos (XV), los hospitales de San Roque y San Pedro y los conventos de San Francisco y San Juan de Letrán (XVI). Tiempo después, el terremoto de 1755 cambió la fisonomía de la ciudad al provocar el hundimiento del muro norte de la fortificación, que cayó al foso y lo enterró dando origen al espacio actualmente ocupado por la calle Nueva.
A partir del XVIII la ciudad se desarrolla definitivamente fuera del recinto amurallado y surgen tres nuevos enclaves: la Corredera, San Francisco y Barrio Bajo. El primero de ellos concentra las residencias de la burguesía y edificios notables como el Hospital de San Juan de Dios, el Pósito de Carlos III, el Mesón del Duque y la Iglesia de San Miguel. El barrio de San Francisco se configura en torno a la Iglesia de los Franciscanos, mientras que el Barrio Bajo remonta previsiblemente sus orígenes a un asentamiento morisco.
En la siguiente centuria, la desamortización de Mendizábal provoca numerosas transformaciones en edificios religiosos y la puesta a la venta de posesiones eclesiásticas rurales. A mediados del siglo XX se produce el mayor crecimiento de la ciudad, con un desarrollo en forma de anillo concéntrico. Finalmente, a partir de la década de los 70, surgen nuevos trazados y tipos constructivos, con bloques y viviendas unifamiliares y adosadas en claro contraste con el caserío tradicional. Esta última expansión es la única que queda excluida de la nueva delimitación del conjunto histórico.