La ciudad escolar del Inmaculado Corazón de María en Sevilla (1947)

La ciudad escolar del Inmaculado Corazón de María en Sevilla (1947)

Código de referencia: ES.410917.AGA/22.4.1.7.//RFAS.PL.2,CAJ.7.46
Título: Plano de Ciudad Escolar del Inmaculado Corazón de María en Sevilla
Fechas: 16-05-1947. Sevilla
Nivel descripción: Unidad Documental Simple
Volumen y soporte: 1 plano [556x1445 mm], papel ferroprusiato
Nombre del productor: Real Fábrica de Artillería de Sevilla

El Plano de la Ciudad Escolar del Inmaculado Corazón de María en la Huerta del Rey de Sevilla

El Plano de la Ciudad Escolar del Inmaculado Corazón de María de Sevilla, popularmente conocido como Colegio Portaceli, documenta un proyecto que nunca llegó a convertirse en realidad. Lo cierto es que el plano nos informa de dos obras, llamadas a configurar el entorno urbano de la zona de la Huerta del Rey de Sevilla, que se quedaron en el papel: la Basílica de la Inmaculada Milagrosa diseñada por el arquitecto Aníbal González y la Ciudad Escolar del Inmaculado Corazón de María proyectada por el arquitecto Antonio Illanes del Río.

“Fagamos una iglesia tal y tan grande…”: la Basílica de la Inmaculada Milagrosa de Aníbal González

En 1928, el afamado arquitecto Aníbal González vivía momentos difíciles cuando recibió un encargo que vendría a sacarlo del abatimiento que le había provocado el abandono de la dirección de las obras de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Las fuertes tensiones y los desacuerdos entre el arquitecto sevillano y José Cruz Conde, Comisario Regio para la Exposición Iberoamericana nombrado por el dictador Primo de Rivera, terminaron por provocar la dimisión de Aníbal González en julio de 1926. El cese como director de Obras y Proyectos, del que estaba llamado a ser su legado para la posteridad, sumió a Aníbal González en un fuerte decaimiento al que se añadirían problemas de salud. De este marasmo profesional lo sacaría el Proyecto de construcción de la Basílica de la Inmaculada Milagrosa, una empresa tan colosal que fue capaz de ilusionar de nuevo a Aníbal González.

La Basílica estaba destinada al culto de una imagen de la Inmaculada Milagrosa que por aquellas fechas se veneraba en una capilla ubicada en la céntrica calle Quevedo. A esta imagen se le atribuyeron numerosos hechos milagrosos, lo que concitó una gran devoción popular entre los sevillanos de la época. Este fervor adquirió tal dimensión que pronto se planteó la idoneidad de edificar un templo propio en el que la imagen recibiera culto. El proyecto de la nueva Basílica se encargaría a Aníbal González, que a la sazón era el arquitecto más popular de Sevilla y el máximo representante del movimiento regionalista en arquitectura.

El nuevo templo se ubicaba en la zona de la Huerta del Rey –hoy más conocida como Buhayra-, en terrenos propiedad de la Compañía de Jesús situados en las afueras de la Sevilla del primer tercio del siglo XX. El proyecto ideado por Aníbal González bebía de la arquitectura historicista y se materializaba en una iglesia neogótica de unas dimensiones tan desmesuradas que, antes que basílica, el templo parecía una catedral. En una nueva versión del “Fagamos una iglesia tal y tan grande que la que la vieren nos tomen por locos” de los canónigos sevillanos del siglo XV, Aníbal González proyectaba una segunda Magna Hispalensis. Una gran plaza de 120 metros de diámetro servía de acceso a la monumental fachada principal, de 45 metros de altura y franqueada por dos torres que, con sus 100 metros de alto, superaban en 4 metros a la Giralda. La planta, de cruz latina con brazos cortos y girola, ocupaba un área de casi 10.000 metros cuadrados, lo que convertían a este templo en uno de los mayores de la Cristiandad. El espacio estaba dividido por tres naves laterales que alcanzaban 125 metros de largo de los pies a la cabecera y 75 de ancho en los brazos de la cruz. En la fachada principal se abrían tres puertas ojivales de acceso, mientras que en cada uno de los extremos del brazo de la cruz se proyectaba una única puerta.

El conjunto diseñado para los jesuitas se completaba con otros edificios destinados a las labores docentes que tradicionalmente venían desarrollando los miembros de la Compañía de Jesús: una escuela de primera enseñanza de 400 plazas, un colegio de segunda enseñanza para 500 alumnos, una escuela profesional de 300 plazas, un salón de actos para 2000 asistentes, una casa de ejercicios y una residencia de religiosos.

De la trascendencia social que adquirió el proyecto de la Basílica de la Inmaculada da buena cuenta la solemnidad que tuvo el acto de colocación de la primera piedra de la obra. La jornada, en la mañana del 5 de mayo de 1928, contó con las más altas personalidades del país, hasta el extremo de que fue el rey Alfonso XIII el encargado de colocar la primera piedra del futuro templo. En esos momentos el proyecto inicial ya había sufrido algunos recortes, motivados por problemas económicos. Dificultades en la financiación de la obra, que en principio debía sufragarse con donaciones particulares y de instituciones religiosas, obligaron a posponer la edificación del complejo educativo. Los movimientos de tierras para los cimientos de la Basílica comenzaron el 6 de julio, concluyendo la cimentación en marzo de 1929.

La construcción de una obra tan titánica es una tarea no exenta de complicaciones, pero si a esta complejidad se unen el mal momento económico y la turbulenta situación socio-política, su finalización puede convertirse en una quimera. Con todo, la edificación del templo seguía adelante con el levantamiento de los enormes basamentos, que llegarían a alcanzar los 3 metros de altura. En este punto se encontraban las obras cuando se produjo el hecho que supondría su paralización definitiva; el fallecimiento del arquitecto Aníbal González el 31 de mayo de 1929. La muerte del autor del proyecto, que tantas energías y esperanzas había depositado en él, supuso el punto y final en la corta historia de las obras de la Basílica de la Inmaculada Milagrosa.

De la que estaba llamada a ser segunda Catedral de Sevilla hoy solo quedan los restos de este comienzo de las obras. La dimensión de estos basamentos, situados en un extremo del Parque de la Buhayra, permite imaginar al paseante la grandiosidad que hubiera tenido el templo proyectado por Aníbal González. En 2003, los basamentos de la Basílica sirvieron para la instalación de un restaurante que ocupa el crucero y parte de la nave central de la iglesia. Por lo que respecta a la imagen de la Virgen de la Inmaculada Milagrosa, su devoción debió decaer hasta el punto de que, frente a la magnificencia de la Basílica, terminó por recibir culto en un modesto altar lateral de la Capilla del Cristo de las Fatigas de la Iglesia de San Lorenzo.

El proyecto de Ciudad Escolar del Inmaculado Corazón de María en la Huerta del Rey de Antonio Illanes del Castillo

En el documento del mes, la construcción de la Basílica aparece como una construcción complementaria de un nuevo proyecto de complejo educativo que los jesuitas encargaron al arquitecto sevillano Antonio Illanes del Río. A mediados de los años 40, en los mismos terrenos de la Huerta del Rey, los jesuitas encargan a Illanes del Río el diseño de un centro educativo: la Ciudad Escolar del Inmaculado Corazón de María. Tal como muestra el plano, en el proyecto de Illanes se piensa en retomar la construcción de la Basílica que ideara Aníbal González.

Antonio Illanes del Río (1883-1973), fue un arquitecto sevillano que desarrolló la mayor parte de su vida profesional en los años centrales del siglo XX. Nacido en Umbrete en el seno de una familia con propiedades agrícolas, pertenecía a la clase media acomodada sevillana. Estudió arquitectura en Madrid, donde destacó como dibujante, en un momento de fuerte presencia sevillana en que se gestaba la última generación de los arquitectos regionalistas. Su hermano, José Luis, fue un destacado político de la derecha local sevillana, que llegó a ser Diputado a Cortes por la CEDA durante el período republicano. En 1933, el mismo año que su hermano es elegido Diputado, Antonio Illanes ingresa como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla. En los primeros años del régimen franquista, detenta cargos de responsabilidad en el órgano colegial de los arquitectos sevillanos: Decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía, Canarias y Marruecos en el período 1937-1939 y Decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental, Badajoz y Canarias entre 1941 y 1943.

Adscrito por Villar Movellán a la generación del 17 del regionalismo arquitectónico, Antonio Illanes del Río proyectó y dirigió importantes obras de carácter historicista con fuertes referentes clasicistas, entre las que destacan: el edificio del Banco de España de Sevilla, el Pabellón de la Marina Mercante para la Exposición Iberoamericana y el Edificio Aurora, etc.

Antonio Illanes del Río ya había realizado varios proyectos de tipología educativa cuando recibió el encargo de los jesuitas de proyectar un nuevo complejo en la zona de la Huerta del Rey: en 1920, había proyectado un colegio para el municipio sevillano de Constantina; en 1926, proyecta las Escuelas lasalianas de la Fundación Felipe Benito en la Avenida de San Juan de La Salle; en 1940, diseña la Iglesia y Colegio de los Misioneros Claretianos del Inmaculado Corazón de María de Heliópolis, más conocido como Colegio Claret.

El Colegio del Inmaculado Corazón de María de la Compañía de Jesús fue fundado en 1905 por el Padre Tarín en la Casa de los Marqueses de Villasís, en el centro de la ciudad de Sevilla. En la década de los años 40, los jesuitas venden las casas de Villasís y se trasladan a los terrenos que poseían en la Huerta del Rey, cerca de donde se ubicaba el desaparecido Convento de Santo Domingo de Porta Coeli, de ahí que el nuevo colegio comenzará a ser popularmente conocido con el nombre de Portaceli.

En 1947 está listo el nuevo proyecto, que de nuevo tiene unos planteamientos monumentales, hasta el punto de que parece retomar la construcción de la Basílica de Aníbal González. Illanes del Río, llevado del lenguaje neoherreriano propio del contexto histórico, proyecta una suerte de Escorial hispalense, presidido por una basílica y una torre. A cada lado del núcleo del edificio se abrían sendas alas con varios pabellones cada una. Rodeando al edificio se distribuían numerosas instalaciones deportivas destinadas a la práctica de distintos deportes: piscinas, campos de fútbol, pistas de tenis y de baloncesto, etc. De nuevo, las disposiciones económicas y la venta de terrenos provocan que tan magnífico proyecto quedara en papel. Del conjunto del proyecto únicamente se construiría un ala, con cuatro de los cinco pabellones que en principio debía de tener. Con posteridad, el proyecto de Illanes es definitivamente abandonado, se coloca a los cuatro pabellones un cuerpo que hace las veces de fachada y se construye una iglesia de nueva planta.

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