La correspondencia de Felipe IV con la condesa de Paredes (Noviembre 2013)
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Luisa Manrique Enríquez, condesa de Paredes de Nava
Luisa Manrique Enríquez nació en Nápoles el 25 de septiembre de 1604. La menor de cuatro hermanos, fue hija de Luis Enríquez, Maestre de Campo de la Infantería Española en el reino de Nápoles, y Catalina de Luján, señora de los mayorazgos de las Casas de san Andrés y san Pedro de Madrid.
Cuando tenía tres años regresó a España al ser nombrado su padre virrey y capitán general del Reino de Galicia. Tras varios años en Valladolid y Galicia, alrededor de 1616, llega a la Corte por el nombramiento de su padre como miembro del Consejo de Guerra y mayordomo de la reina Margarita. Con trece años es nombrada Dama de la reina Isabel, mujer de Felipe IV, vinculando desde entonces su vida a la realeza.
A una temprana edad prefirió el apellido Manrique de su abuela, doña Juana Manrique de Lara, hermana del V conde de Paredes, al de Enríquez, porsu linaje de la Casa de los Almirantes de Castilla.
Contrajo matrimonio con su primo segundo Manuel Manrique de Lara, IX conde de Paredes, con quien tuvo tres hijas, enviudando seis años más tarde. De nuevo en la Corte, fue nombrada dueña de honor de la reina Isabel, mujer de Felipe IV, y guarda mayor de sus damas. Asimismo, ya en 1633 vemos a sus dos hijas como meninas de la reina. Debido a su atractivo personal encontró un alto lugar en palacio no sólo ante los ojos de la reina, quien sentía hacia ella gran aprecio y confianza, a la que se encargó de cuidar en su enfermedad y acompañar en su muerte, sino incluso ante el propio Felipe IV, quien en 1644, tras la muerte de su esposa, en prueba de su prudencia, la favoreció con singulares demostraciones de afecto, nombrándola aya de su hija Mª Teresa, cargo en el que había sido cesada doña Inés de Zúñiga y Velasco, mujer del conde-duque de Olivares.
Desde su más tierna infancia fue una mujer de gran religiosidad y admiradora de Santa Teresa. Su vocación fue temprana. A través de la correspondencia con sor Juana Inés de la Cruz, carmelita descalza de Toledo, se manifiesta su deseo de entrar en el convento, aconsejándole la monja aplazar su propósito hasta dejar “acomodadas” a sus hijas, a las que en 1633 las vemos como meninas de la reina.
El 20 de febrero de 1648 otorgó su testamento en Madrid, ante Francisco de Cartagena. Entre sus capítulos dispuso ser su voluntad ingresar de religiosa en el convento de San José, de las Descalzas de Nuestra Señora del Carmen de la villa de Malagón, según escritura otorgada el 14 de febrero con el procurador general de la Orden carmelita, fray Francisco de Cristo, religioso de dicha Orden. Por esta misma escritura se obligaba a pagar al convento 500 ducados anuales, en concepto de dote.
Aquel mismo día la condesa partió para Malagón, ingresando en el convento el 20 de febrero de 1648, adoptando el nombre religioso de Sor Luisa Magdalena de Jesús, no sin antes preocuparse del bienestar de sus dos hijas vivas. Éstas permanecieron en palacio como damas de la infanta, además de percibir, entre otras, la renta de los gajes de aya de la infanta, así como los emolumentos de guarda mayor y de casa de aposento, mercedes que gozaba la condesa a perpetuidad por concesión de Felipe IV. Su hija Inés, que heredó el título y el puesto de la condesa, su madre, casó el 3 de septiembre de 1646 con Vespasiano Gonzaga y Urbino Pretenso Duque Soberano de Guastalla, Gentilhombre de Cámara del príncipe de Asturias. Su hija Mª Luisa, dama de la infanta Mª Teresa y más tarde de la reina Mariana de Austria, casó en 1653 con Francisco Orozco, marqués de Mortara, virrey y capitán general de Cataluña.
El 15 de marzo de 1649 realizó su profesión religiosa, siendo nombrada superiora tres años mas tarde. Murió el 18 de octubre de 1660 siendo enterrada en el convento como una religiosa más, según dejó ordenado en su testamento.
El epistolario
Los puestos de confianza desempeñados por la condesa en la cámara de la reina le permitieron un trato directo con los reyes así como un conocimiento de primera mano de los asuntos de Estado, de la política nacional e internacional, llegando a seruna mujer relevante influyente y muy poderosa en la Corte de Felipe IV. Sus cartas con el rey así como con otras personalidades de la Corte la mantuvieron informada y unida a la vida de la familia real y a la corte hasta su muerte.
El documento que se presenta forma parte de una colección de 30 cartas, autógrafas y firmadas por Felipe IV a la condesa de Paredes, Luisa Manrique Enríquez, desde el 9 de octubre de 1644, tres días después del fallecimiento de la reina doña Isabel de Borbón, hasta el 8 de agosto de 1651.
El contenido de las cartas es muy variado, mostrando la completa confianza del rey con sor Magdalena. A través de ellas, el rey comenta desde las anécdotas más insignificantes de su vida cotidiana, como la caza, las fiestas, de la corte, sucesos de palacio sin la mayor trascendencia, el consejo sobre la elección de aya para su hija, la infanta Mª Teresa, futura reina de Francia. Otras veces se refiere a temas relacionados con los toros o la representación de comedias y mascaradas, en las que pone de manifiesto a diversos comediantes asiduos a la Corte, como Cosme Pérez, alias Juan Rana, actor especializado en papeles graciosos, vinculado a la Casa de la reina, al que la religiosa conocía bien durante su estancia en la Corte. No falta la alusión a un retrato del monarca que Velázquez haría para el convento.
Tema bastante recurrente son los comentarios relativos a los asuntos de Estado, así como a la situación política del momento con Holanda, Flandes, Francia, el levantamiento de Cataluña o las luchas en Italia, principalmente en Nápoles.
A través de las cartas se observa el propio estado de ánimo del monarca con sus luchas interiores llenas de ansiedad, como el que siente ante la llegada de su sobrina Mariana de Austria, con la que esperaba contraer matrimonio, el ansiado embarazo de la reina, tan importante para la sucesión del reino, y el consiguiente nacimiento de su hija Margarita María, de quien fuera madrina de bautizo su hermana María Teresa, el crecimiento de las infantas, y muy especialmente sobre la infanta María Teresa, futura reina de Francia, de quien fue aya sor Magdalena.
Tema repetido a lo largo de todo el Epistolario es la preocupación de la religiosa por lograr del rey un cargo a Vespasiano, marido de su hija Inés, cosa que Felipe IV promete, ante las continuas intercesiones de la religiosa, a quien veremos más tarde como capitán general de Valencia, muestra de que finalmente el rey le otorgara el buen puesto que tanto solicitó su suegra: “de Vespasiano tendré particular cuidado”, le comenta en una de las primeras cartas dirigidas al convento (5 de mayo de 1648); “De Vespasiano me acordare que es muy buen mozo y deseo favorecerle” aparece en el último renglón de la carta de 9 de marzo de 1948; “y no me olvido de vuestra gente ni de Vespasiano” en esta carta de 28 de septiembre de 1648 la intercesión de la religiosa no solo se ciñe a su yerno, sino posiblemente a su hija Mª Luisa que aún quedaba soltera en palacio; “de Vespasiano no me olvido que también es muy buen mozo y no dejará de llegar su día” (24 de mayo de 1650); “Vespasiano….. yo deseo acomodarle en mi servicio y hacerle merced…..” (11 de marzo de 1651); “a Vespasiano le llegará su día antes de muchos, pues aunque parecen se pasan estas ocasiones no me olvido del, y siempre es buen tiempo para hacer mercedes” (8 de agosto de 1651).