Conjunto Arqueológico de Carmona
Información general
Del 21 de marzo al 20 de junio, martes, miércoles, jueves de 09:00 a 18:00; viernes, sábados de 09:00 a 21:00. Domingos, festivos y lunes víspera de festivo, de 9:00 a 15:00 horas. Lunes cerrado (excepto víspera de festivo).
Del 21 de junio al 20 de septiembre, martes a sábado de 09:00 a 15:00. Domingos, festivos y lunes víspera de festivo, de 9:00 a 15:00 horas. Lunes cerrado (excepto víspera de festivo)
Del 21 de septiembre al 20 de marzo, martes a sábado de 09:00 a 18:00. Domingos, festivos y lunes víspera de festivo, de 9:00 a 15:00 horas. Lunes cerrado (excepto víspera de festivo).
FESTIVOS CON APERTURA: 28 de febrero / 28 de marzo / 29 de marzo / 15 de agosto / 12 de octubre / 1 de noviembre / 6 de diciembre / 8 de diciembre / 2 días de festivos locales
LUNES DE APERTURA POR SER FESTIVO O VÍSPERA DE FESTIVO: 9 de diciembre
FESTIVOS DE CIERRE: 1 de enero / 6 de enero / 1 de mayo / 24 de diciembre / 25 de diciembre / 31 de diciembre.
Descripción
La ciudad de Carmona ocupa una meseta inexpugnable del alcor, a cuyos pies se extienden las fértiles tierras del valle del Guadalquivir. Esta situación privilegiada propicia la existencia de un núcleo de población, ininterrumpido desde la Prehistoria hasta nuestros días, que conserva abundantes testimonios de su pasado.
Con el dominio cartaginés, Carmona se ratifica en su función principal de baluarte desde el que controlar el bajo Valle del Guadalquivir. Su sólida apariencia urbana, perpetuada hasta la actualidad, es fruto de las sucesivas obras de fortificación que confirieron a la ciudad su rasgo fundamental.
Bajo el gobierno de Roma, Carmona alcanza su mayor esplendor. Las huellas del dominio romano aparecen por todas partes: La Puerta de Sevilla, el recinto funerario y el Anfiteatro son las manifestaciones más singulares. En las afueras del recinto amurallado se conserva un sector considerable de la Necrópolis romana junto a otros testimonios propios de la actividad de un arrabal urbano: las canteras de extracción de sillares para la construcción, los alfares y el Anfiteatro dedicado a espectáculos públicos.
El descubrimiento de la Necrópolis tiene lugar de manera fortuita durante los años 1868 y 1869, con motivo de los trabajos de allanamiento del llamado Camino del Quemadero. A partir de esta fecha se inicia una etapa de expolio sistemático por parte de aficionados y propietarios de los terrenos, con un objetivo lucrativo, de forma que se venden las piezas extraídas a coleccionistas. De esta manera surgieron gran número de colecciones particulares, hasta que en 1881 Juan Fernández López y Jorge Bonsor, junto al capataz Luis Reyes Calabazo, inician un proyecto científico, comenzando por la adquisición de los terrenos que actualmente conforman el recinto de la necrópolis. Este proyecto culmina con la creación de la Sociedad Arqueológica de Carmona y del Museo de la Necrópolis, así como un circuito que permitía el acceso a los visitantes en 1885. Durante estos años se excavaron gran número de tumbas, al mismo tiempo que dan comienzo las primeras publicaciones, de carácter monográfico, referidas al yacimiento. Tras la cesión de la Necrópolis al Estado en 1930, se abre una nueva etapa que culmina con la reanudación de las excavaciones arqueológicas en la zona del Anfiteatro, zona hasta ese momento por descubrir, que sacan a la luz una serie de estructuras funerarias que fueron estudiadas bajo la dirección de Concepción Fernández Chicarro, y que posteriormente fueron continuadas por María Belén Deamos.
El uso de la Necrópolis se sitúa en torno al siglo I y II. El ritual de enterramiento más frecuente era la incineración. Los cadáveres eran incinerados en quemaderos excavados en la roca donde se colocaba la pira. En ocasiones, estos quemaderos se utilizaban también como enterramiento, depositando las cenizas en la fosa, que se cubría con sillares, ladrillos o tégulas. Una vez cubiertos de tierra, se colocaba una estela para indicar el lugar y el nombre del difunto.
El mausoleo colectivo, formado por una cámara subterránea, de carácter familiar, es el tipo de enterramiento más generalizado en la Necrópolis de Carmona. Se accede a él por un pozo escalonado. La cámara suele ser cuadrangular, con un banco que recorre la parte inferior de las paredes, donde se colocan las ofrendas y sobre el que se abren los nichos. La parte externa de los enterramientos debía de estar con cipos, estelas o túmulos y otras construcciones de las que no se han conservado testimonios. Para ocultar la tosquedad de la roca, las tumbas se decoraban.
La Necrópolis es uno de los yacimientos de la Península que conserva mayor número de pinturas. Dentro del recinto funerario existen dos tumbas que destacan por su espectacularidad, la Tumba del Elefante y la Tumba de Servilia.