Retablo mayor de la Iglesia de la Encarnación. Cambil (Jaén)
Información general
Datos históricos
La autoría del retablo mayor de la iglesia de la Encarnación de Cambil se atribuye a Sebastián de Solís, visitador y veedor general de las obras diocesanas por la época en que éste se realizó. Su cronología se ha fijado, a partir de los escudos que lo adornan, entre los años 1612 y 1614. El dorado y policromía fueron realizados por Juan de Almazán y Tomás de Leiva Navarrete a partir de 1670.
El retablo consta de banco, cuerpo único y ático. No conserva el sotabanco, el sagrario ni uno de los relieves del banco. Su arquitectura se articula mediante dos órdenes de columnas corintias de fuste acanalado, con sus correspondientes entablamentos y frontones que se parten e incurvan. Estilísticamente se relaciona con otras obras de la escuela de Pablo de Rojas, como el retablo de la iglesia de Albolote.
El programa iconográfico se centra en la concepción y muerte de Cristo. El ciclo de la Encarnación se desarrolla a través de tres relieves situados en el cuerpo principal: la Anunciación en el centro y la Natividad y la Visitación a derecha e izquierda respectivamente, mientras que el tema del Calvario preside la parte central del ático. Por los restantes espacios del retablo se reparten relieves e imágenes de los evangelistas y otros santos, ángeles y virtudes.
Antes de restaurarse, el retablo estaba presidido por una figura del Sagrado Corazón instalada en una hornacina de escayola que ocupaba el lugar del antiguo sagrario. En el banco también se había colocado modernamente un relieve en escayola con la representación de Santa Catalina, firmado por M. Almagro en 1941.
Estado previo
El retablo se encontraba en mal estado debido al envejecimiento de los materiales, la falta de mantenimiento, los efectos de la iluminación artificial y, en buena medida, los avatares de la Guerra Civil.
En algunos puntos, principalmente en los capiteles de las columnas del cuerpo principal, la madera había sufrido daños a causa del calor desprendido por las velas de la primitiva iluminación. Éstas se enganchaban a candeleros metálicos cuyos orificios permanecían en el tercio superior de los fustes y en otros casos apoyaban directamente en los elementos arquitectónicos.
La cristalización de la cola original y la insuficiencia de las fijaciones mecánicas afectaban a la estabilidad de varias esculturas de bulto redondo, así como a la unión de las distintas piezas, especialmente las correspondientes a extremidades y atributos, algunas de las cuales se habían perdido. Otras pérdidas se habían producido por fracturación de pequeños fragmentos, tanto en las esculturas como en los distintos elementos arquitectónicos del retablo.
En la policromía se manifestaban las grietas y aberturas producidas en la madera por separación de piezas. Destacaban por su tamaño las existentes en la unión de los brazos al torso en la figura del Crucificado y las correspondientes a las juntas de las piezas que conforman los relieves de la Anunciación, la Natividad y la Visitación. También se hacían notar los efectos de la iluminación con velas: quemaduras, oscurecimiento por el hollín y depósitos de cera. Las pérdidas de preparación y policromía a veces llegaban a formar grandes lagunas. En este sentido destacaba el mal estado del relieve del Padre Eterno, el de la Anunciación y el de San Roque.
La superficie dorada de la arquitectura del retablo, particularmente en su tercio inferior, se encontraba en muy mal estado. En esto influían la mala calidad de ejecución del dorado y el mal estado de la cubierta. La mayor acumulación de pérdidas de oro y de preparación se situaba a media altura de las columnas mayores y su entorno y deben relacionarse con el acto de encender y apagar las velas.
Descripción de la intervención
Como primera medida fue preciso eliminar los depósitos de polvo, tierra, escombros, etc. (unos 450 Kg). En la parte posterior aparecieron algunos elementos de madera ajenos al retablo (espada, fragmento de báculo, martillo y fragmento de sierra), además de unos azulejos del siglo XVII.
Dorados y policromías fueron fijados y limpiados. Se encolaron las piezas sueltas o en peligro de desprendimiento, en algunos casos añadiendo espigas, y se reintegró la capa de preparación con estuco y la de color con acuarelas y puntualmente pigmentos al barniz, aplicando un rayado en los dorados y tintas planas en el resto. La última fase de la intervención consistió en la aplicación de una capa de barniz de protección y de un producto desinsectante, esto último por el reverso.
Las zonas del retablo que habían experimentado reformas requirieron un tratamiento particular. El Sagrado Corazón fue retirado y la hornacina de escayola fue dorada con barniz mixtión. El relieve moderno de Santa Catalina fue así mismo eliminado y sustituido por una tabla dorada y patinada. En cuanto al sotabanco, se realizó imitando labor de sillería con placas de piedra calcarenita de Cabra. En su parte central se practicó un hueco para colocar un sagrario que existía en la parroquia.