Retablo de San Andrés. Iglesia de San Bartolomé. Espejo, Córdoba
Información general
Pedro Romana
La información sobre esta intervención está extraída de los informes de ejecución
Datos históricos
El retablo de San Andrés es, por la calidad de sus pinturas, uno de los más sobresalientes retablos cordobeses de principios del siglo XVI. Se halla situado en la actualidad en la capilla mayor de la iglesia de San Bartolomé de Espejo, lugar al que fue trasladado después de 1939 en sustitución del retablo mayor que la presidía, destruido en la Guerra Civil. Su primitivo emplazamiento estaba en esta misma iglesia en la denominada capilla de San Andrés, construida hacia 1504 para servir de enterramiento a D. Gonzalo Ruiz de Lucena.
Está compuesto por una estructura arquitectónica en madera en la que se insertan cinco tablas pintadas al óleo: el Nacimiento de Jesús, la Adoración de los Reyes Magos, San Andrés conducido al martirio, la Crucifixión de San Andrés y el Calvario. El retablo estaba presidido por una imagen de San Andrés, hoy desaparecida. En los baquetones que separan las calles se sitúan ménsulas sobre las que se asientan seis pequeñas esculturas polícromas, que representan a otros tantos santos apóstoles, realizadas en madera, a excepción de dos hechas en escayola e incorporadas en época reciente al retablo.
Solo aparece firmada la tabla de la Adoración de los Magos, por el pintor Pedro Romana. Las restantes no lo están y su atribución es un tema polémico.
Pedro Romana trabaja en Córdoba entre fines del siglo XV y principios del siglo XVI dentro de un círculo de pintores, como el Maestro de Fuente Ovejuna y el Maestro de la Flagelación, que comienzan a adoptar los nuevos gustos renacentistas, con una especial predilección en el tratamiento del espacio.
Angulo Íñiguez reconocía la participación de, al menos, dos maestros en la ejecución de las tablas. Según Post se trata de una obra de taller en la que intervinieron diversos colaboradores, de forma que la firma de Pedro Romana en la Adoración sería la prueba para la atribución de todas las pinturas del retablo al taller de este maestro.
El banco del retablo, realizado en madera dorada, no es original, sino un añadido que data de cuando fue trasladado a su emplazamiento actual.
Estado previo
La estructura arquitectónica del retablo había perdido algunas piezas ornamentales y presentaba desajustes producidos posiblemente por el traslado desde la capilla de San Andrés hasta su actual ubicación. También se observaban grietas debidas a cambios volumétricos ocasionados por la humedad.
El estado de conservación de las tablas pintadas no era grave, si bien la suciedad y el polvo alteraban el cromatismo original. Los mayores daños afectaban a las tablas de la Natividad y la Epifanía, situadas en la parte más baja del retablo; en ellas se habían producido pérdidas por golpes y rozaduras, acumulaciones de cera y, en el caso de la Natividad, levantamientos a modo de burbujas producidos por el calor de las velas.
El conjunto de esculturas había perdido casi por completo su policromía original y se había visto afectado por el ataque de insectos xilófagos.
Descripción de la intervención
Una vez fijadas las zonas con peligro de desprendimiento, se desmontaron los doseletes, baquetones y tablas para su tratamiento en el taller, que se montó en la capilla de San Andrés. Con la idea de reaprovechar los anclajes originales, se reprodujeron en acero inoxidable las piezas de sujeción primitivas. Se desinsectaron las piezas en profundidad y se fijaron con PVA las que se encontraban fracturadas.
El trasdós de la tabla del Nacimiento, que era la que en peor estado se encontraba, se reforzó con PVA y estopa. En cuanto a los tacos de anclaje al muro, pese a no presentar deficiencias, se impregnaron, con criterio preventivo, con una solución protectora de copolímero de etil metacrilato al 10% en tolueno. Esta misma solución se aplicó por dos veces en el reverso de la totalidad de las piezas.
Con las debidas precauciones y tras la realización de catas en los diversos pigmentos y en los dorados, se efectuó la limpieza de todo el retablo. En el caso de las tablas se comprobó con luz rasante la intención exclusivamente de protección de la capa de barniz, que ocultaba la policromía original, y se procedió a su desbarnizado con los disolventes ensayados y, en algún caso, con ayuda mecánica.
Las lagunas de dorado se reintegraron con ocre en un bajo tono. En las tablas se optó por una reintegración con puntos, teniendo en cuenta la pequeñez, irregularidad y escasez de las faltas, mientras que en las tallas la reintegración fue invisible, ya que las pérdidas se limitaban a los orificios de salida de xilófagos.
Dorados y policromías se protegieron con los barnices adecuados a sus respectivas características. Finalmente se montaron las piezas subsanando algunas deficiencias del montaje anterior.