Riesgos por el uso de reproductores de música personales
Introducción. Aspectos generales
La utilización de reproductores de música personales a un volumen muy alto durante un periodo prolongado puede provocar daños irreversibles en la audición, de acuerdo con el dictamen del Comité Científico de los Riesgos Sanitarios Emergentes y Recientemente Identificados de la UE (CCRSERI o SCHENIR en sus siglas en inglés). Asimismo, la contaminación acústica vinculada a las actividades de ocio representa un riesgo significativo para la capacidad auditiva, ya que puede alcanzar volúmenes extremos, y afecta a un porcentaje cada vez más alto de la población, especialmente los jóvenes.
La magnitud del riesgo es directamente proporcional al tiempo de exposición y al volumen. Debe tenerse en cuenta, además, que normalmente los efectos empiezan a manifestarse muchos años después de la exposición, y que también pueden producirse otros efectos no auditivos tales como alteraciones en el comportamiento social (agresividad, etc.), dificultades en la comunicación, alteraciones del sueño, efectos cardiovasculares, efectos hormonales (que pueden causar alteraciones en el metabolismo y en el sistema inmunológico) y disminución en la capacidad de concentración, afectando al rendimiento intelectual.
El sonido
El sonido se origina por vibraciones que se transmiten en forma de ondas sonoras a través de cualquier medio (aire, agua, paredes, ventanas, etc.), pero no a través del vacío. Las ondas sonoras se introducen por el pabellón del oído haciendo vibrar la membrana del tímpano, de ahí pasa al oído medio, oído interno y excita las terminales del nervio acústico que transporta al cerebro los impulsos neuronales que finalmente generan la sensación sonora.
La frecuencia de una onda sonora expresa la cantidad de vibraciones que emite una fuente sonora por unidad de tiempo y se mide en hertzios (Hz). Las frecuencias más bajas se corresponden con los sonidos “graves” y las más altas con los “agudos”. En la mayoría de las situaciones, el sonido es un complejo conjunto de muchas señales procedentes de diferentes fuentes que pueden interferir entre sí, es decir, una combinación de frecuencias individuales que al unirse forman un patrón llamado espectro sonoro.
El nivel de presión sonora en el oído (intensidad del sonido) se puede medir y suele expresarse en decibelios (dB). El oído humano no es sensible de la misma manera a las diferentes frecuencias. Así, para un mismo nivel de presión sonora, un ruido será tanto más molesto cuanta mayor proporción de altas frecuencias contenga. Para tener en cuenta esta sensibilidad se introduce en la medida del ruido el concepto de filtros de ponderación. El filtro más usado es el A, que discrimina los sonidos de frecuencias bajas y muy altas. La ponderación A se aproxima a la respuesta del oído humano a niveles de ruido moderados, y por ello los niveles de presión sonora se suelen medir en decibelios ponderados A (dBA).
Un oído humano es capaz de percibir y soportar sonidos correspondientes a niveles de presión sonora entre 0 y 120 dB. El comportamiento del oído humano está más cerca de una función logarítmica que de una lineal, por lo que un pequeño incremento en decibelios representa un gran incremento de energía sonora. Así, un aumento en el sonido de 20 dB representa una presión sonora 10 veces mayor. Por ejemplo, la presión sonora de un avión despegando cerca (120 dB) es 1.000 veces mayor que la de una conversación normal (60 dB).
Así, el nivel de sonido de 120 dB marca aproximadamente el denominado “umbral del dolor”. A niveles de sonido superiores pueden producirse daños físicos como rotura del tímpano.
Cómo afecta a la salud
La capacidad auditiva de casi todas las personas se va deteriorando poco a poco con la edad. En jóvenes adultos de hasta 40 años, este proceso es lento y provoca insignificantes niveles de deficiencia auditiva. Entre las personas mayores, esta pérdida de audición relacionada con el envejecimiento se acelera.
Los problemas auditivos que afectan al oído externo o medio por lo general pueden tratarse, pero los problemas del oído interno o del nervio auditivo, que conecta el oído con el cerebro, suelen ser permanentes.
El tinnitus es la percepción de pitidos, zumbidos o silbidos que proceden del sistema auditivo y no de una fuente externa. Puede ser temporal o permanente, y es relativamente común. A menudo se asocia con deficiencias auditivas, envejecimiento o exposición a sonidos fuertes, y suele estar relacionado con la parte del sistema nervioso encargada de la audición. Se sabe poco acerca de sus causas concretas. Los estudios muestran que los jóvenes que están expuestos a sonidos fuertes tienen más probabilidades de padecer tinnitus que aquellos que no lo están.
Uno de los tipos más comunes de deficiencia auditiva es la pérdida de audición, es decir, la incapacidad para escuchar sonidos por debajo de determinados umbrales, y puede ser irreversible, por lo que el mejor tratamiento sigue siendo la prevención. La probabilidad de sufrir pérdidas de audición depende del nivel sonoro, del tiempo de exposición y de la edad.
Los sonidos fuertes pueden provocar pequeñas fisuras en diversas partes del oído y dañar varios tipos de células del oído interno, lo que a su vez afecta a la capacidad auditiva. Por ejemplo, una lesión de ciertas células sensoriales puede provocar la pérdida de la capacidad para percibir determinadas frecuencias.
La exposición a un nivel de ruido excesivo en el lugar de trabajo es una de las principales causas de trastornos auditivos en el mundo, sin embargo la exposición en el trabajo ha disminuido en los últimos años, mientras que la exposición durante el tiempo de ocio ha aumentado. Una exposición excesiva a sonidos fuertes de cualquier tipo, incluida la música, puede afectar a la audición. Utilizar regularmente reproductores portátiles de música a gran volumen en la juventud no suele afectar inmediatamente a la audición, pero es probable que desemboque en pérdidas de audición en etapas posteriores.
La pérdida de audición puede detectarse a menudo mediante pruebas que determinan el volumen mínimo de un sonido que el oyente puede percibir a diferentes frecuencias. Se pueden detectar deficiencias auditivas en una fase temprana midiendo la sensibilidad a los sonidos agudos. Existen otros métodos para diagnosticar la pérdida de audición, como realizar mediciones directas de las reacciones del oído o de ciertos músculos ante los sonidos.
Algunos de los primeros síntomas que pueden indicar pérdida de audición son:
- Dificultad para tratar de seguir una conversación en medio de otros sonidos de fondo (por ejemplo, en una reunión social o en una cafetería).
- Percepción de que las personas que te rodean están murmurando.
- Los zumbidos temporales o permanentes en el oído (tinnitus) también pueden ser un primer síntoma de pérdida de audición por exposición a sonidos.
Por otro lado, existe evidencia suficiente de que el ruido puede tener otro tipo de efectos nocivos directos para las personas expuestas al mismo. Además de los efectos auditivos, los principales efectos adversos sobre la salud, reconocidos por la Organización Mundial de la Salud y otros organismos como la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, y el Programa Internacional de Seguridad Química (IPCS) son:
- Perturbación del sueño y todas sus consecuencias a largo y corto plazo
- Efectos cardiovasculares
- Respuestas hormonales (hormonas del estrés) y sus posibles consecuencias sobre el metabolismo humano y el sistema inmune
- Rendimiento en el trabajo y la escuela
- Molestia
- Interferencia con el comportamiento social (agresividad, protestas y sensación de desamparo)
- Interferencia con la comunicación oral