Vertebrados

Grupos de animales de incidencia sanitaria

Peces marinos

Hay varias familias de peces marinos que incluyen especies potencialmente peligrosas por poseer aguijones venenosos que pueden clavar en la piel cuando accidentalmente se pisan o son molestados: Son los Miliobátidos (Aguila marina y Pez obispo), Dasiátidos (Pastinacas), Escuálidos (Mielga), Quiméridos (Borrico), Escorpénidos (Cabracho, Rascacio y Gallineta), Uranoscópidos (Pez rata o Miracielos) y Traquínidos (Peces araña). Los tres primeros, son peces grandes, (de hasta 2,5 m. de longitud), con aspecto de rayas y que tienen un aguijón dentado en la cola. Las Pastinacas se entierran en la arena, por o que pueden ser pisadas, mientras que el Aguila marina y Pez obispo nadan entre dos aguas, siendo peligrosos, especialmente para los pescadores. Los efectos de sus punturas pueden ser bastantes traumáticos.

La Mielga es un tiburón de 1,2 m. con una espina venenosa asociada a cada una de sus dos aletas dorsales, al igual que ocurre con las quimeras (aunque ésta solo posee una aleta dorsal). Se encuentran en aguas más profundas que las rayas. Son potencialmente peligrosos cuando son manejados por pescadores o buceadores.

Los Escorpénidos tienen la cabeza erizada de cortos aguijones, así como en los primeros radios de las aletas pectorales, ventral y anal. Son miméticos con los fondos arenosos y rocosos, pudiendo estar desde la zona intermareal hasta los 500 m.. Debido a que algunas especies son comestibles como el Rascacio, Cabracho o la Gallineta, hay que tomar precauciones durante su manejo, ya que sus venenos son activos incluso después de muertos.

Los peces araña -de entre 12-40 cm., según las especies- se entierran en la arena, por lo que son fácilmente pisados por los bañistas, que se clavan los aguijones de la primera aleta dorsal y de los opérculos. Los peces rata o miracielos tienen un comportamiento parecido aunque sólo tienen un par de espinas, una en cada opérculo.

Anfibios

Todas las especies de anfibios son inofensivas; sin embargo, algunas como la Salamandra común, el Sapo común y Sapo verde, poseen glándulas en la piel que producen en el hombre irritación de mucosas cuando, tras haberlos manipulado, se tocan con las manos, la boca, la nariz o los ojos. El contacto con la piel no reviste ningún riesgo, por lo que la única precaución ante ellos consiste en lavarse las manos tras haberlos tocado.

Se encuentran en zonas húmedas de bosque, o relacionados con sistemas acuáticos de montaña.

Serpientes

De los ofidios que pueblan nuestros campos solamente pueden resultar peligrosos la Víbora hocicuda y de forma poco importante las culebras Bastarda y de Cogulla.

Estas son las dos únicas culebras presentes en Andalucía que tienen colmillos acanalados y fijos para la inoculación de veneno; sin embargo, las mordeduras son improbables y más aún la inoculación de veneno, debido a la disposición posterior de los colmillos y a la escasa amplitud de la mordedura en relación a un hombre. Solo ocasionalmente, ejemplares grandes de culebra bastarda (unos 2 m.) podrían conseguir tal inoculación.

La víbora hocicuda es la menos peligrosa de las víboras españolas, ya que su veneno es el menos tóxico. Los colmillos, situados en la parte anterior de la mandíbula, son huecos y móviles e inyectan eficazmente el veneno, aunque sus efectos no suelen ser tan graves como se piensa y muy raramente mortal.

En cualquier caso, son animales de actividad seminocturna y por el día dormitan al sol en zonas pedregosas, suelo desnudo al borde de matorrales, por lo que son raros los encuentros con víboras. Aun cuando esto suceda lo más probable es la huida antes que el enfrentamiento y ataque, que sólo ocurre cuando se ven acorraladas.

Distinguir una culebra de una verdadera víbora no es difícil si tenemos en cuenta: la pupila vertical de la víbora y redonda de la culebra, las placas de la cabeza muy divididas en víbora y cola corta y pronunciada. El dibujo en zig-zag o arrosariado del dorso y el hocico pronunciado pueden ayudar a la identificación.

Roedores

De forma asociada a las poblaciones humanas viven dos especies de ratas: la Rata negra y la Rata gris o de alcantarilla, y un ratón (el Ratón casero).

Las dos especies de rata son de tamaño parecido (30-45 cm., incluida la cola), si bien la rata gris es más robusta que la negra. Las diferencias de color no son apreciables, debido a las variedades.

La rata gris es más prolífica y ubicua, viviendo en todo tipo de galerías subterráneas cavadas por ellas mismas, paredes huecas, sótanos y alcantarillas. La negra prefiere la parte alta de los edificios (desvanes, cámaras de aislamiento, etc.) y los árboles.

Son omnívoras, por lo que aprovechan no sólo restos de alimentos, sino productos almacenados de todo tipo. Utilizan para sus desplazamientos siempre los mismos caminos, que señalan con orina y excrementos, teniendo verdadera fobia hacia los objetos extraños. Su actividad es preferentemente crepuscular.

Su importancia sanitaria radica no sólo en la posibilidad de efectuar mordeduras, especialmente en determinadas poblaciones humanas con baja calidad de vida, y a la posibilidad de transmitir pasivamente organismos patógenos, sino que además inciden sobre las estructuras y sistemas de seguridad de los edificios -ya que roen materiales duros para desgastar sus incisivos-, y afectan a nuestras cosechas.

En menor medida, el ratón casero actúa de forma parecida, aunque ocupan otras madrigueras más cercanas e incluso penetran en las habitaciones. Al contrario que las ratas, tienen un área de campeo muy variable.

Otros vertebrados silvestres

Aunque de manera infrecuente y extraordinaria, es posible tener contactos con otros animales que componen nuestra fauna, como por ejemplo topos, ratones de campo, zorros, murciélagos, que en el caso de verse asediados pueden producir mordeduras. En estos casos, aparte del cuidado especial por las posibles infecciones de heridas, hay que tener en cuenta la posible transmisión de la rabia.

Además, entre los mamíferos presentes en Andalucía, una especie de insectívoro, la musaraña mediterránea (Neomys anomalus), posee glándulas salivares venenosas que ayudan a inmovilizar sus presas, pero aunque su mordedura puede ser dolorosa e irritante los encuentros con una musaraña son tan raros y su comportamiento es tan huidizo que, a no ser que sean atrapadas, no constituyen ningún riesgo para las personas.

Por último, hay que insistir en que la mayoría de las veces somos nosotros mismos quienes de forma consciente o inconsciente provocamos el incidente con animales que simplemente reaccionan defendiéndose. Su comportamiento no está diseñado para atacar al hombre sino para evitar o repeler a depredadores o capturar sus presas.

Teléfono
955006300
Formulario de contacto
Índice