[LARPSICO] El retorno al trabajo tras las vacaciones de verano: ¿qué dice la ciencia sobre su impacto real en los estados de salud psicosocial?
- El síndrome de estrés postvacacional no existe médicamente, es solo una construcción social
- La evidencia científica indica que las vacaciones de verano partidas tienen mayor impacto frente al estrés que un periodo muy continuado, pero único en el año
- las vacaciones no resuelven los estados de riesgo psicosocial crónicos como el síndrome de la persona quemada profesionalmente (burnout), a las dos semanas el problema resurge
El verano no acaba hasta el 21 de septiembre, pero, si bien la segunda quincena de septiembre sigue siendo todavía periodo vacacional para muchas personas, cada vez más, lo cierto es que el inicio de este mes marca el tránsito de las vacaciones al retorno a las rutinas de trabajo. Ese momento de retorno aparece como un tiempo complicado y en los medios de comunicación se hacen eco de los “problemas psicosociales” asociados a él. Por lo que durante unos días se lanzan campañas por doquier ofreciendo recetas para cómo afrontarlo. Incluso se inventan síndromes de estrés específicos para ese momento, sin duda complejo e incómodo, a menudo, como es el pretendido “síndrome de estrés postvacacional”. Pero este síndrome no existe en sí para la ciencia médica, sin perjuicio de pequeños desajustes para la adaptación, por lo general, de poca entidad y duración.
Hemos conocido también que algunas empresas comienzan a ofrecer “vacaciones ilimitadas”. Un modelo organizativo del tiempo de trabajo típico de Estados Unidos (donde no hay derecho a vacaciones anuales legalmente reconocido) y que parece prometer todo un paraíso. Ese vidente que tal planteamiento tiene sus “trampas”, de ahí su poco uso.
Ahora bien, sí es importante constatar que los efectos de la recuperación de salud, sea en términos de reconstitución física como de mejora de los estados de ánimo, así como su duración, vienen siendo objeto de un profundo análisis científico, tanto médico como psicológico. Y sus resultados arrojan información importante para la gestión laboral, también en términos preventivos, a fin de optimizar su impacto en la mejora de la salud de las personas trabajadoras y, por tanto, facilitar el tiempo de adaptación para el retorno, lo que también beneficiará a la empresa. Estos estudios evidencian que al descanso estival causa efectos positivos en la mayoría de las personas trabajadoras, especialmente con una notable reducción del estrés laboral. Ahora bien, ni sus efectos son duraderos si no se adoptan medidas específicas que atajen las causas del estrés ni pude resolver todos los problemas de salud previos, como el burnout. Con todo, hay técnicas para prolongar esos aspectos favorables para la mejora del estado de salud psicosocial y conciernen no solo a la gestión individual sino también de la organización del trabajo.
El repaso de estos análisis concierne sobre todo al campo de salud ocupacional, al de los estudios de ocio, la psicología del trabajo y organizacional, y la gestión de “recursos humanos” (mejor gestión de personas trabajadoras). Es evidente, desde los inicios de la regulación laboral, que la recuperación exitosa de las demandas y los factores estresantes derivados del trabajo viene condicionada por los límites de la jornada laboral ordinaria (hoy en proceso de diálogo social para su reducción) y por los periodos de descanso de los que disponen las personas trabajadoras, a fin de evitar-reducir su agotamiento. De todos ellos, el más significativo, por prolongado, es el derecho a vacaciones anuales (generalmente veraniegas), reconocido no solo en España (art. 40 CE y art. 28 ET) sino en toda la Unión Europea (art. 7 de la Directiva 2003/88/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 4 de noviembre, relativa a determinados aspectos de la ordenación del tiempo de trabajo - pdf). Tal es su importancia que se reconoce como un derecho social fundamental a toda persona trabajadora asalariada (art. 31 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea -CDFUE-), algo que nos distingue de Estados Unidos, por ejemplo, donde ni queda reconocido así jurídicamente ni hay práctica de dar vacaciones de más de una semana.
El periodo vacacional no es solo un derecho, sino un freno al desgaste físico y mental del periodo productivo. La evidencia epidemiológica subraya los beneficios para la salud laboral de las vacaciones, por lo que su reducción representar un factor de incremento del riesgo a medio y largo plazo de enfermedades cardiovasculares y mortalidad prematura, además de las psíquicas. Los estudios relacionan estos permisos retribuidos con tasas más bajas de depresión laboral. Disponer de tiempos de descanso frenan las reacciones de tensión, variando su intensidad según las experiencias y comportamientos específicos durante el periodo vacacional.
La ciencia confirma, pues, el tópico colectivo, que considera las vacaciones como el tiempo más propicio para “recargar pilas”. Hace años (2009) se publicó un metaanálisis (estudio basado en la revisión de otros 7 estudios previos, de medicina y de psicología), en la conocida Journal Of Occupational Healt (Revista de Salud Laboral) titulado: “¿Nos recuperamos de las vacaciones?: metaanálisis de los efectos de las vacaciones en la salud y el bienestar”.
Los objetivos de este estudio fueron investigar:
- En qué medida las vacaciones tienen efectos positivos sobre la salud y el bienestar
- cuánto tiempo duran dichos efectos después de la reanudación del trabajo
- y cómo las actividades y experiencias de las vacaciones afectan estas relaciones.
Los resultados alcanzados evidenciaron que:
- las vacaciones tienen efectos positivos sobre la salud psicosocial, aunque pequeños (d=+0,43)
- No obstante, se desvanecen pronto, casi inmediatamente de la reanudación del trabajo (d=-0,38). En consecuencia, sus efectos se reducen desde que se pone el pie en la oficina (o se enciende el ordenador para trabajar), de modo que se diluyen por completo entre las 2 y las 4 semanas
- En todo caso, los beneficios de este tiempo vacacional no dependen tanto de la duración de las vacaciones como de su calidad.
Estos estudios se han multiplicado. Algunos posteriores (2022), han descubierto que estos efectos positivos en la salud psicosocial son decrecientes según avanza el tiempo de las vacaciones: más intensos en las primeras semanas, menores en las posteriores. De modo que, manteniéndose, en la segunda semana, tienden a reducirse a partir de la tercera semana, al menos en lo que refiere a los síntomas de ansiedad y estrés. El síndrome de agotamiento emocional sí parece seguir con una curva descendente en la cuarta semana. No obstante, este agotamiento y el estado de ánimo deprimido vuelven de forma gradual a lo largo de 4 semanas consecutivas posteriores a las vacaciones. El estudio también evidencia que la cognición perseverante relacionada con el trabajo (preocupación y rumia), esto es, la falta de desconexión real, durante las vacaciones entorpece esta recuperación de la energía y la reparación del estado de ánimo: reduce sus efectos positivos y acelera su desaparición postvacacional. Con todo, conviene aclarar que determinados problemas crónicos, como el burnout, no desaparecen al regreso de las vacaciones, se precisa la adopción de otras medidas preventivas más duraderas y eficaces
las recomendaciones a los efectos de organización del tiempo vacacional serían:
- Una desconexión plena respecto del trabajo durante el tiempo vacacional
- El tiempo vacacional no debería ser inferior a 15 días continuados, a fin de que pueda tener efectos relevantes en la recuperación de energía y estados de ánimo positivos. En este sentido, una semana es un tiempo escaso, sin duda insuficiente
- Conviene disponer de diversos periodos vacacionales a lo largo del año, con una duración mínima de una semana, a fin de que puedan desplegarse todos sus efectos de maximización de las mejoras en los estados de salud
En todo caso, si el verano no se ha aprovechado convenientemente, siempre quedará la esperanza del próximo periodo vacacional, Navidad. Estudios previos así lo confirman, como uno de 2018 titulado, de forma muy gráfica: “Todo lo que quiero para Navidad es recuperación: cambios en el bienestar afectivo de los empleados antes y después de las vacaciones”.
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