[LARPSICO] Las altas exigencias de rendimiento deportivo siguen sumando problemas de salud mental en la profesión: nuevas bajas en la élite
Caroline Garcia. Fuente de la imagen: Getty Images
"Necesito un reinicio, alejarme de la rutina y reconectar con mi familia y seres queridos, además de permitirme respirar sin la presión del constante rendimiento deportivo".
Caroline García
No cabe duda de que el deporte presenta una relación ambivalente con la cuestión la salud en general, y mental en particular. De un lado, practicado de forma moderada y rutinaria tiene un notable efecto en la mejora de la salud, tanto física como mental, por lo que es indispensable para unos hábitos de vida saludable (enfoque de promoción de la salud de las personas en general, y trabajadoras en particular). La siguiente imagen así lo evidencia de forma gráfica:
De otro, el deporte que se practica de forma profesional y, en especial, el de élite, cada vez se muestra como una fuente de riesgo para la salud de las personas que practican la actividad deportiva al máximo nivel. Las demandas (imperativos) en claro aumento de rendimiento deportivo, a medida en que el deporte profesional reduce su faceta deportiva para incrementar la de negocio, hace que los problemas de salud, concretados en lesiones, de los deportistas profesionales (sobre todo futbolistas, tenistas), se estén convirtiendo en una cuestión de salud laboral global.
La prensa informa que, el domingo 22 de septiembre, cuando todavía quedaba un partido para finalizar la jornada sexta de Liga, se habrían producido 11 bajas de jugadores en nueve partidos, una media de más de una (1,22) por encuentro. Conviene poner de relieve que problema no se da por igual en todas las actividades deportivas profesionales con impacto social (ej. en el ciclismo profesional las lesiones de producen más por caídas propias de esta actividad que por un calendario sobrecargado, pues suele haber una mayor distribución de los profesionales integrantes de los equipos entre las diferentes pruebas del calendario internacional), sino en aquellas en que la dimensión económica crece de forma exponencial, como en el fútbol y en el tenis. En este sentido, los/as profesionales piden reducir el calendario, mientras sus estructuras organizativas internacionales lo extienden por una explotación comercial que no parece conocer límites, al tiempo, el mayor desgaste físico y mental se “compensaría” con un importante aumento de sueldos y premios, banderín de enganche para facilitar ese crecimiento, monetizando la salud.
Pero algo parece estar cambiando. Prueba de ello es que, de forma prácticamente coetánea, en un deporte y otro se plantea la necesidad de cambios radicales, si bien las vías difieren, dado que en el ámbito del fútbol estamos ante profesionales bajo vínculos laborales, por lo que ya se ha planteado la posibilidad de una huelga que permita tomar la debida conciencia sobre los graves problemas de salud que se estarían creando, por lo intenso del calendario internacional, y en el tenis suelen ser autónomos (aunque en la élite todos ellos llevan un equipo de personal muy relevante). El mundo del deporte profesional pues, está en una encrucijada, urgido por la búsqueda de un reequilibrio entre su faceta de negocio milmillonario y la salud de quienes protagonizan o ejercen esa actividad deportivo-profesional.
Pero, mientras tanto, las bajas, también por cuestiones de salud psicosocial están a la orden del día y se siguen produciendo, hasta considerarse una de las “asignaturas pendientes”, no solo en España, sino en todo el mundo, máxime dado su carácter global. Los problemas de estrés y ansiedad que genera la presión no solo por un intenso programa de competiciones, sino también por lo elevado de las exigencias de rendimiento en los torneos cada vez más numerosos (y mejor pagados también) de tan cargado circuito tenístico profesional comienzan a visibilizarse cada vez más y tienen nombres y apellidos. A veces muy célebres. Al respecto, a la suma de las figuras de élite ya conocidas en los últimos años, hay que sumar recientemente otra tenista de élite se aleja de su profesión por problemas de salud mental, evidenciando, al comunicarlo, una mayor visibilidad y la pérdida del precedente tabú que envolvía este tema. Es el caso de la exnúmero 4 del tenis mundial, la francesa, Caroline García, que ha decidido retirarse temporalmente.
La tenista reconocía tener en la última época de su actividad profesional un exceso de “mentalidad tóxica”, con muy frecuentes "ataques de pánico". De este modo, junto a problemas estrictamente físicos (lesión de un hombro) reconoce que:
"me obsesioné con el ranking y las victorias. Mis resultados no coincidían con las metas que me había fijado ni con las expectativas que tenía. El trabajo, los sacrificios, el dolor… todo seguía igual que antes, pero los resultados no estaban ahí, así que no podía competir al nivel habitual que sé que puedo alcanzar".
Trasladas sus palabras y estado de ánimo al modelo teórico de estrés laboral nos encontramos claramente con el paradigma de profundo desequilibrio entre la “demanda-recompensa-apoyo” (Nota Técnica 604/2001, del INSST). La tenista reconoce que su desgaste mental obedece a la distancia entre sus logros y lo que se esperaba de ella (las expectativas sociales creadas en torno a su rendimiento deportivo para una figura de élite), incluso por ella misma (autoexigencia). Así, reconoce: “He ganado grandes títulos, pero nunca llegué al número, subir a un podio olímpico o ganar un Grand Slam. He sido irregular e incapaz de permanecer entre las 10 primeras durante un año completo".
Esta tensión y la exigencia de viajes continuados tampoco le permiten disponer de los apoyos personales, familiares y sociales requeridos para compensar el esfuerzo y sacrificio exigido para mantenerse en la élite. De ahí que reconozca su "agotamiento por la ansiedad”, con estados de tristeza continuados: "Cansada de perderme momentos familiares y de no tener nunca un lugar al que realmente llamar hogar. Estoy cansada de vivir en un mundo en el que mi valor se mide por los resultados" (rendimiento deportivo)
Sin duda, se trata de un caso específico, pero muy revelador de procesos mucho más extendidos de estrés laboral, en cuanto que concreta, si bien en la élite deportiva, un paradigma de desequilibrio entre demanda laboral y control profesional, con la pérdida de apoyo social compensatorio requerido, muy presente en el mundo del trabajo. Sin duda, estamos ante problemas de salud psicosocial en los entornos de trabajo que hallan, junto a causas o factores personales, factores organizativos determinantes. En el caso tanto del tenis como del fútbol profesionales la organización internacional y nacional de los calendarios deportivos tienen una incidencia determinante, desbordando en buena parte las capacidades de control de sus organizaciones empleadoras (en el fútbol, en el tenis no existen tales, por cuanto son profesionales autónomos). De ahí la complejidad de intervenir preventivamente en este problema. Quizás reducir el número de torneos obligatorios pueda ser una buena solución, de modo que el profesional pueda decidir a cuáles va y a cuáles no, mejorando así la técnica de autoprotección de su salud en los entornos de trabajo y personal. Pero es evidente que hay que hacer algo más, de modo que, también en este ámbito, sea cierto que la salud laboral no se negocia ni se somete al dictado de la economía.
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