[LARPSICO] El aumento general de las bajas laborales es mayor en las vinculadas a problemas salud mental de las personas empleadas
Al igual que la siniestralidad laboral (no es así en otros países), las bajas laborales por Incapacidad Temporal (IT), que no hay que confundir estrictamente con el concepto de “absentismo laboral” (un concepto que carece de una definición jurídica y sobre cuyo alcance no hay acuerdo suficiente, ni científico ni social), en España tienen un inequívoco carácter procíclico: cuando estamos en una fase de expansión económica -crecimiento-, las bajas laborales crecen, mientras que en las fases recesivas decrece. Por lo general, si bien no hay una relación suficientemente inequívoca, las economías más desarrolladas, las grandes y las de menor tamaño, de la Unión Europea, también de alta productividad, tienen una tasa mayor, mientras que se reduce a menor dimensión de su economía. Por ejemplo:
- los países nórdicos, que tienen una economía particularmente desarrollada y cifras elevadas de productividad, son los que más tasa de “absentismo laboral” tendrían, según fuentes EUROSTAT (medido en porcentajes de ausencias, al margen de cuál sea la causa, por población empleada): Noruega (17,4%), Finlandia (15,4%), Suecia (14,8%).
- las economías más importantes de la UE, por su dimensión, también “sufren” altas tasas de bajas laborales: Francia (13,1%), Alemania (11,7%). Una cierta excepción es, sorprendentemente, que está por debajo de la media europea: Italia (5,3%), así como Polonia (5,9%)
- en cambio, economías menos desarrolladas o potentes de la UE presentan unos índices de “absentismo laboral” más reducidos: Rumanía (1,9%), Grecia (4,4%), Irlanda (8,4%).
- no obstante, economías de menor tamaño, y caracteres muy diversos, ofrecen también porcentajes muy elevados de absentismo laboral: Austria (13%), Chequia (12,1%), Eslovenia (12,4%).
No sorprende, por tanto, en este escenario, que, cuando se traslada este análisis a España (que está por encima de la media europea, pero por debajo de la media de esas principales economías), atendiendo a la denominada “distribución geográfica interna del absentismo” las “economías territoriales del norte” del país (País Vasco, Navarra, Galicia, Asturias, Cataluña) sean las que presentan índices más altos. En cambio, las “economías territoriales del sur y del oeste” del país presentan elevados más bajos (Andalucía, Extremadura). Por supuesto, también en España hay excepciones, como prueba el alto índice de bajas laborales en las Islas Canarias. Naturalmente, no se trata de una cuestión de salud, porque la calidad de ésta no es menor allí donde hay más bajas, ni mejor en los territorios en que el índice es más bajo, sino claramente de un ecosistema de condiciones socioeconómicas y demográficas.
El debate en España suele producirse cíclicamente y, por lo general, espoleado por la presentación de los Informes periódicos del Instituto del Grupo Adecco. Siguiendo sus bases metodológicas, que incluye las bajas justificadas (IT) y las no justificadas, el índice habría crecido más del doble en última década: del 2,9% sobre el total de horas pactadas efectivas con el que comenzó 2014, hasta el 7,5% del tercer trimestre de 2024. Unos resultados análogos a los del Informe Randstad Research que, sin embargo, determina un porcentaje del 6,3% de absentismo general y un 5% por IT. Si se mide atendiendo al parámetro más preciso, el del índice de incidencia (prevalencia de las bajas por cada mil personas trabajadoras -el número varía en cada ejercicio) también se confirma que se ha cuasi duplicado en la última década (de 27,37 a 50,80). La duración media se ha elevado también: de 36,13 días de baja a 41,78 (una semana laboral completa).
El debate suele tener una componente eminentemente económica, y gira alrededor de las causas detrás de un fenómeno con repercusiones no solo productivas sino también de gasto social: el coste en prestaciones por incapacidad temporal (IT) para el año 2024 supera los 14.000 millones de € (a finales de octubre ya era de 13.500 millones de euros), prácticamente un 20% más que el año anterior. Esta misma perspectiva es la adoptada por el muy reciente "Estudio socioeconómico de la evolución de incapacidad temporal y siniestralidad en España", de la Mutua UMIVALE ACTIVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Por supuesto, no pretendemos entrar aquí en esta compleja y peliaguda cuestión. Nuestro propósito es llamar la atención sobre la necesidad, desde luego la conveniencia, de darle una perspectiva más preventiva, en la línea con lo que plantean los interlocutores sociales en el V AENC 2023-2025 (Acuerdo de Empleo y de Negociación Colectiva).
Al respecto, y por lo que hace la gestión preventiva de los riesgos psicosociales en el trabajo, además de la vertiente de la promoción de la salud mental en el trabajo, el referido Estudio de UMIVALE-IVIE, pone de relieve que las enfermedades de salud mental son las segundas que más procesos de larga duración (superiores a 12 meses) registraron. En 2023 se calculan en el 18,1% del total. Un porcentaje que es el que más ha crecido, entre todos los bloques de diagnósticos, en los últimos años: 5 puntos. Otros estudios informan que el crecimiento seria mayor, al menos desde 2016, las bajas por salud mental habrían crecido un 120% (cerca de 452.000 casos registrados en 2023). Este crecimiento tampoco se reparte sectorialmente por igual, teniendo mayor incidencia varios de los sectores con mayor afectación de factores de riesgo psicosocial, tanto por las condiciones como por la interacción con la clientela y persona usuarias. Pero tampoco la incidencia es homogénea atendiendo a condiciones sociodemográficas: las personas más jóvenes y las mujeres tienen mayor índice de bajas.
En suma, como vemos, se trata de elementos que inducen a contemplar criterios más cualitativos, vinculados a la prevención psicosocial y a la promoción del bienestar integral de las personas, que puramente cuantitativos o económicos. Una vez más, mejorar la gestión de seguridad y salud en el trabajo en clave psicosocial tendría efectos positivos no solo en la mejora de la salud, sino en la promoción de un modelo de competitividad de las empresas mucho más sostenibles.
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