[LARPSICO] Nuevo capítulo de la salud mental en el fútbol profesional: ¿existe el síndrome del entrenador quemado?

Andalucía, 14/02/2024

De un tiempo a esta parte, el deporte profesional (a veces también el amateur) no hace más que proporcionarnos interesantes noticias que dejan emerger la profundidad que alcanzan los problemas, o las cuestiones, de salud mental en estos entornos de servicios, más intensos a mayor es la exigencia competitiva. Sin duda estos factores de presión y sobrecarga psicosocial han estado siempre ahí, pero solo en tiempos recientes hay suficiente consciencia social como para atreverse a evidenciarlos, también entre los deportistas profesionales de élite. Si en muchos casos tiene que ver con las secuelas derivadas de situaciones de violencia y acoso a menudo de carácter sexual, como hemos evidenciado en alguna ocasión en este laboratorio-observatorio, en otros tiene que ver con el impacto psicosocial que tiene el exceso de presión competitiva en determinadas personas deportistas profesionales. Justamente, en fechas recientes conocíamos, lo que es una buena noticia, que el magnífico jugador de baloncesto de la selección española y muchos años figura de la NBA, Ricky Rubio, volvía a los entrenamientos tras superar, al menos en parte, un problema de salud mental en su actividad profesional.

Apenas una semana antes, el célebre entrenado de fútbol alemán Jürgen Klopp, también de forma sorpresiva, anunciaba que cerraría su exitosa etapa (ganó una Champions) en el club inglés del Liverpool a final de temporada, porque sentía que ya no tenía energía anímica para seguir realizando su actividad con el nivel requerido en la élite profesional. Una decisión, que se vincula a la “pérdida de energía moral” para continuar haciendo un mismo trabajo una y otra vez en el tiempo, poco comprendida en su club y en su entorno, también en la opinión pública. Sin embargo, no ha sido el primero en dejar emerger esta dimensión psicosocial del trabajo de élite deportivo en general, y del fútbol profesional en particular.

Antes que él, entrenadores tan o más célebres que él, como Pep Guardiola (2012, o Zinedine Zidane, casi una década después (2021) ya tomaron una decisión análoga y por semejantes razones:

«Cuatro años es una eternidad. La razón es muy simple, desgastan mucho»

Quedaba, de este modo, al descubierto un problema de salud mental en el trabajo: el burnout de la persona deportista profesional. Considerado hoy como un problema de salud laboral, exclusivamente vinculado a las condiciones de trabajo y entorno profesional, por la OMS, para la ciencia médica la psicología deportiva no es ninguna sorpresa, ni ninguna novedad. Existe un amplio consenso científico a la hora de considerar a las personas que forman parte del deporte profesional de élite como una población de riesgo en su salud psíquica, no solo física, por el mayor riesgo de lesiones, como es bien conocido. Y ello porque la gran consumición por parte de la población de su actividad y la permanente exposición pública los sometería a un exceso de presión por el riesgo de decepcionar las expectativas de una afición que vuelcan en su equipo sus ilusiones, sueños, frustraciones, lo que provoca estados de estrés severo y de difícil manejo hasta rengar del desempeño profesional, al menos en ese club.

A las constricciones estrictamente deportivas (altas metas en el plano deportivo, la exigencia en el día a día de la actividad, también del entrenamiento para las personas que ejercen estos cargos), sumaría el férreo control derivado de las relaciones sociales que envuelven la actividad deportiva. De esta forma, la ocurrencia aquí del síndrome se vería favorecida por las relaciones de entorno (masa social, exposición mediática, interacciones con la afición, etc.) asociadas al deporte, así como por las dificultades para un profesional de élite del deporte, aquí de personas entrenadoras, para construirse una identidad fuera de su deporte. El sometimiento a un escrutinio interno continuo, más en el caso del entrenador, así como, más intenso aún, externo, “por la grada”, enfatiza los factores de riesgo para el síndrome. De este modo, dificulta la respuesta, pues al tiempo que exige innovar, hace mucho más complejas, las estrategias de evaluación y, sobre todo, de intervención psicosociales. Recuérdese que laboralmente la figura del entrenado es la propia de la alta dirección, con lo que es más complicada la aplicación del sistema preventivo en este ámbito.

Precisamente, el último caso dado a la luz pública en este ámbito deportivo, el caso de Xavi Hernández, el entrenador del Barcelona ilustra bien la citada incidencia del modelo de estrés deportivo para explicar su decisión de abandonar anticipadamente el club. La altísima demanda de rendimiento (“ganar, ganar y ganar…”) de su cargo ha creado una presión o tensión emocional no soportable, ante la falta de control de su desempeño y programación de trabajo, porque por más que se afane, si no hay resultados inmediatos, se desautoriza por completo su trabajo.

La singularidad en el caso del entrenador reside en que emerge el problema de salud mental ligado al riesgo de burnout actualizado en el “líder”, en el que debiera tener controladas todas las situaciones (gestión del éxito y gestión de la derrota), para mantener el ánimo de todo su equipo. Una situación que es también conocida en el ámbito de la gestión científico-técnica preventiva, en la medida en que las personas de la dirección no están exentas del riesgo de estrés laboral y del síndrome del quemado. Sin embargo, esta mayor responsabilidad implica también factores adicionales de riesgo para la salud mental:

El míster es el líder, todos le miramos y sienten que no se pueden permitir venir después de una derrota con un ánimo apagado, sin fuerzas, porque lo que hay que transmitir es que hay que levantarse, seguir apretando... Jugadores o ayudantes pueden estar más planos un día, ellos sienten que no. Y además, tienen que ser empáticos con el momento emocional de los futbolistas. Ese efecto tractor es agotador» (como dice Juan Miguel Bernat, psicólogo deportivo y responsable del departamento de Psicología de Alto Rendimiento en Levante UD, Libro: Jugador Nº30. Cómo desarrollar una mentalidad de alto rendimiento.)

En este caso, además, la falta de experiencia actuaría como factor de riesgo adicional, en cambio, como factores de protección actuarían:

  • El capital profesional acumulado en esta actividad, de manera que quienes más tiempo acumulan en estos cargos tienen mayor resiliencia a la presión emocional (como ejemplo se pone a Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid o al Cholo Simeone, del Atlético)
  • Las capacidades de comunicación social, técnica preventiva cada vez más útil.
  • Los factores de personalidad, de modo que a una más “armada” y elaborada seguirá una mayor capacidad de lidiar con los factores de riesgo, por lo tanto es un factor protector, lo contrario actuaría como factor de riesgo
  • El apoyo (social) de la directiva, de manera que reducirá el cóctel de estresores el que no esté todos los días cuestionados por la directiva (o la presidencia del club), mientras que lo incrementará el que se le exija ganar en cada partido, pues de lo contrario será el último.

Como coinciden en señalar prácticamente todas las personas especialistas en psicología del deporte profesional y de alto rendimiento, el problema, una vez emerge en la persona no se cura solo, se necesita una gestión profesional. Por lo tanto, también debería formar parte del proceso formativo de las personas entrenadoras, no solo la transmisión de conocimientos técnicos. En última instancia:

«No basta con salir corriendo, hay que trabajarlo. El entrenador de fútbol veía al psicólogo como un rival en la parcela técnica, pero eso está cambiando y cada vez están más presentes. Hasta los entrenadores han visto que no son infalibles» (Dr. Garcés de los Fayos, Psicología Deportiva de la Universidad de Murcia)

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